Breve reseña 3era sesión Taller “Revoluciones siglo XX”: Revolución y contrarrevolución en España-La prueba del anarquismo y el problema de la toma del poder

Revolución y contrarrevolución en España

La prueba del anarquismo y el problema de la toma del poder

Gabriel Muñoz Carrillo.

Licenciado en Historia /Estudiante de Pedagogía U. Chile

             El presente artículo tiene como objetivo principal desarrollar reflexiones estratégicas sobre la revolución española de 1931 a 1936 a partir de las ponencias presentadas en la tercera sesión de los Talleres “Revoluciones en el siglo XX” que realizó la Agrupación Combativa y Revolucionaria (ACR) en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.

El taller se propuso dos objetivos: 1) una caracterización precisa de la revolución española a la luz de la teoría de la revolución permanente y, 2) un debate con el anarquismo español, actor político fundamental que dirigió a los sectores más decididos de la clase obrera y el campesinado hispano, pero que no poseyó una estrategia capaz de llevar al proletariado a la conquista del poder político.

El análisis se fundamentó principalmente en las elaboraciones que León Trotsky escribió al calor de este importante proceso revolucionario. También se utilizó bibliografía de historiadores y figuras políticas pertenecientes al anarquismo y el marxismo[1].

Ante el nuevo ciclo de lucha de clases abierto en Chile a partir de 2011, la juventud combativa necesita aprehender las principales lecciones estratégicas de cada uno de los procesos revolucionarios presentes y pasados, porque entendemos que cada una de las luchas por acabar con el capitalismo, constituyen un patrimonio de todos los trabajadores, jóvenes luchadores y pobres del mundo.

“En el momento en que escribimos la guerra civil española aún no ha terminado. Los obreros de todo el mundo esperan febrilmente la noticia de la victoria del proletariado español. Si, como firmemente esperamos, alcanza la victoria, deberemos decir que esta vez los obreros habrán vencido a pesar de que su dirección haya hecho lo posible por preparar la derrota ¡Tanto más honor y gloria para los obreros españoles!» (León Trotsky)

-Parte 1-

Revolución española y revolución permanente

 La España burguesa de los años 30

Hacia comienzos del siglo XX España era un país económicamente atrasado. Atrás había quedado la gloria de lo que alguna vez fue el “imperio del sol” y la potencia mercantil más importante del mundo. La llegada del capital industrial y el imperialismo europeo nórdico tuvieron un enorme impacto en la formación social hispánica.

Durante las primeras décadas del siglo XX ciertos puntos de la península ibérica comenzaron a ser protagonistas de un desarrollo industrial y urbano que permitió la emergencia de una joven clase obrera. El periodo entre guerras motorizó la economía industrial de ciertas regiones como Cataluña (que concentraba cerca del 45% de los trabajadores asalariados de todo el estado español). De un total de 23.000.000 habitantes sólo 1.500.000 pertenecían a la clase obrera. No obstante éste desarrollo sectorizado, la España burguesa no lograba y no podía revertir la situación penosa de su pueblo ni tampoco resolver los viejos conflictos sociales y nacionales en su interior.

El 70% de la población vivía de la tierra, que en su mayoría estaba concentrada en un puñado de terratenientes. El hambre se hacía sentir cada vez que asomaban malas cosechas o cuando el mercado internacional se tambaleaba. Más del 50% de la población era analfabeta. Esta situación confirmaba la dinámica de un desarrollo desigual y combinado en España: un país en el cual se combinaban formas de producción capitalista industrial con formas productivas heredadas del feudalismo y la sociedad mercantil.

El clero, con más de 25.000 sacerdotes y 90.000 monjas superaba a los estudiantes de enseñanza secundaria y doblaban el número de estudiantes universitarios de la época. La Iglesia controlaba la educación y sometía a los trabajadores y campesinos al dominio del rey. Constituyó  el principal terrateniente urbano, sostenido por las arcas del Estado y emparentado con las clases sociales altas.

El Ejército se encontraba dirigido por parientes de las dos clases sociales dominantes: los terratenientes y los industriales. El clero y el Ejército eran la fuerza reaccionaria que sostenía al régimen del rey Alfonso XIII de Borbón que gobernaba el país.

Alfonso XIII y los nuevos industriales gobernaron España durante los años 20 a través de la dictadura del General Miguel Primo de Rivera. Un dictador cuyo fin era perseguir a los anarquistas y comunistas, desarticulando la pujante organización obrera en torno a sindicatos rebeldes. El rey consiguió varios años de paz a cambio de una restricción de libertades públicas y la supremacía nacional de la casa real, que por ejemplo, prohibía el uso público de lenguas distintas a la castellana. Su régimen también aseguró mediante la fuerza militar el dominio de colonias en el noroeste de África (Marruecos).

En 1929 estalló la gran crisis económica mundial. El gobierno dictatorial enfrentó esta nueva situación profundamente divido. En enero de 1930 el movimiento contra la dictadura avivado por socialistas, republicanos y sectores de la burguesía logra derrocar al dictador. El descontento popular se materializó en importantes marchas masivas de obreros y estudiantes, y por una serie de huelgas generales políticas. El rey Alfonso XIII fue puesto contra la pared por su complicidad con la dictadura y abdicó en abril de 1931, tras el triunfo de los socialistas y republicanos en las elecciones municipales. Las masas querían romper con el pasado, eso significó derrocar a la familia real.

La Segunda República presionada por la revolución y la contrarrevolución

El 14 de abril se fundaba en España la Segunda República en base a una coalición de republicanos y socialistas. Asumían un gobierno que despertó muchas simpatías y expectativas positivas de las masas. Sin embargo, su proyecto político para gobernar el país no pretendía realizar tareas urgentes para sacar a la enorme mayoría de la población de la miseria y el atraso social y cultural. Las tareas históricas no resueltas constituyeron las siguientes: 1) la liberación de Marruecos (colonia africana), 2) la autodeterminación nacional de catalanes y vascos, 3) la separación de la Iglesia del Estado confiscando sus bienes, 4) la reforma agraria que entregara la tierra a los campesinos.

La Segunda República desde un principio tuvo que maniobrar frente a un movimiento obrero y popular que amenazaba con romper de manera revolucionaria con el pasado. Después del 14 de abril estallaron las revueltas proletarias. Los obreros quemaron iglesias, atacaron edificios de la monarquía, y se enfrentaron en la calle con los partidarios de la restauración del rey en el trono. Exigían la prohibición de toda asociación monárquica y el arresto de sus miembros. El gobierno republicano condenó los hechos, llamó a la calma y a retornar al trabajo. Este gobierno de conciliación se veía presionado desde la izquierda por los obreros y presionado desde la derecha por sectores que se resistían a las transformaciones que se veían inminentes.

En agosto de 1933 un sector del Ejército dirigido por el general Sanjurjo se sublevó y buscó restaurar el régimen monárquico. El movimiento golpista fue sofocado en el acto. El 11 de enero de 1933 en Casas Viejas, en un poblado de Andalucía estalló una revuelta campesina decidida a imponer el “comunismo libertario”. Tras 2 años de esperar una reforma agraria los campesinos pobres de la localidad tomaron el armamento y casas de sus patrones, dando aviso a la Guardia Civil (policía) que de ahora en adelante la localidad quedaba bajo el control de los campesinos. Quemaron títulos de propiedad, tomaron tierras y las dividieron para terminar por la vía de la acción directa con la antigua relación social entorno a la tierra, donde un reducido grupo de terratenientes usufructuaba del producto generado por campesinos sin tierra. La Guardia Civil, con la orden del gobierno de no tomar prisioneros, ingresó a los campos a sofocar mediante la represión las revueltas campesinas de Casas Viejas, y otros pueblos como los de Castelblanco y Arnedo. Cientos de campesinos fueron fusilados sin juicio. El gobierno republicano  mostraba con hechos su carácter reaccionario. Esto causó el descrédito de los socialistas que por años habían hablado a favor de los pobres. En noviembre de 1933 en elecciones parlamentarias la Confederación de Derechas Autónomas de España (CEDA) consiguió la mayoría de los votos, un grupo que simpatizaba con el fascismo italiano había logrado aprovechar los continuos tambaleos del gobierno para unir a todos los sectores conservadores y reaccionarios. El gobierno ya había disparado contra los campesinos y miraba atónito el triunfo de la derecha en las elecciones.

La Comuna de Asturias y las lecciones del primer gobierno de coalición

El movimiento obrero comenzó un proceso acelerado de organización sindical, principalmente en la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores) dirigida por anarquistas y en la Unión General de Trabajadores de España (UGT) socialista. Obreros anarquistas y socialistas hicieron emerger entre 1931 y 1933 las “alianzas obreras”, verdaderos comités de unidad de sindicatos para la lucha común. Esto permitió a los trabajadores responder unidos a la amenaza que significaba el avance de la derecha y coordinar cada uno de sus pasos. En septiembre de 1934 entran al gobierno republicano 3 ministros de la CEDA, el primer gobierno de coalición comenzaba su crisis, mostrando su carácter reaccionario.

En octubre la CNT y la UGT llamaron a la huelga general en todo el país. En la cuenca minera de Asturias, al norte de España, los trabajadores mineros respondieron al llamado tomando cuarteles.  Se dio inicio a una insurrección local triunfante que se valió de la dinamita como principal arma. El mismo día declaran la creación de la Comuna Obrera y Campesina de Asturias, tomaron la fábrica de cañones, formaron una guardia roja, repartieron la tierra para los campesinos, expropiaron las empresas mineras y metalúrgicas, y constituyeron tribunales revolucionarios donde juzgaron a autoridades y explotadores. Durante 15 días resistieron a la Legión Extranjera y sus tropas africanas enviadas por el gobierno republicano. El general Francisco Franco, futuro dirigente de la contrarrevolución en 1936, comandó las operaciones para reducir la insurrección. Las fuerzas del Ejército lanzaron el llamado a la rendición:

“rebeldes de Asturias, rendíos. Es la única manera de salvar vuestras vidas (…) España entera, con todas sus fuerzas, va contra vosotros, dispuesta a aplastaros sin piedad, como justo castigo vuestra criminal locura (…) Estáis solos y vais a ser las víctimas de la revolución vencida y fracasada. El daño que os han hecho los bombardeos y las armas de las tropas no son nada más que un triste aviso del que recibireís implacablemente si antes de ponerse el sol no habéis depuesto la rebeldía y entregado las armas. Después iremos contra vosotros hasta destruiros sin tregua ni perdón. ¡Rendíos al gobierno de España! ¡Viva la República!”[2]

Los obreros no se rindieron. 2.000 de ellos fueron masacrados casi después de haberse rendido antes de la noche. Al calor de la huelga general, los republicanos habían enviado a la cárcel a dirigentes socialistas, incluyendo ministros. En su reemplazo, reforzaron la alianza con la CEDA, al grito de “Viva España, Viva la República”. El intento de resolver las tareas planteadas en España a través de una alianza entre partidos obreros como el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y partidos burgueses como el Partido Republicano había fracasado de la peor manera. El gobierno radical-cedista encarceló a más de 30.000 sindicalistas, dirigentes obreros y políticos de izquierda. Al pasar un año esa cifra prácticamente se había duplicado. La derrota de la valiente Asturias abrió un periodo reaccionario de dos años denominado “bienio negro”. En este periodo se constituyó “La Falange”, organización  de abierta orientación fascista. La experiencia de Asturias anunció las energías del proletariado español y pronosticó futuros choques entre las clases.

La situación de crisis social y política en España se mantuvo y se potenció por las convulsiones en el escenario europeo y mundial. En Italia Mussolini afianzaba su poder, y en Alemania Hitler había destruido las organizaciones obreras más fuertes y casi sin resistencia de parte del Partido Comunista Alemán. En la URSS se asentaba el régimen estalinista con purgas y persecuciones en nombre del “socialismo en un solo país”.

Después de 4 años de gobierno burgués, la dinámica de las relaciones entre las clases sociales en España había confirmado una dinámica permanentista. Con ello queremos hacer referencia a la teoría de la revolución permanente formulada por Trotsky.

La experiencia de las revoluciones rusas de 1905 y 1917 hicieron que Trotsky desprendiera importantes conclusiones sobre la mecánica de los procesos revolucionarios. Las premisas fundamentales de la revolución según la revolución permanente dicen relación con: 1) Considerar que la burguesía en la época imperialista del capitalismo ya no posee un carácter revolucionario por tanto es incapaz de llevar adelante la “revolución democrática” (resolución de tareas pendientes como la reforma agraria), 2) la burguesía en países coloniales se encuentra en una posición conservadora, del lado de los regímenes locales y el imperialismo como resultado de su débil participación en la economía. Por lo tanto, atentará una y otra vez contra las conquistas de obreros y campesinos.

Si la burguesía es incapaz de llevar adelante las políticas necesarias para revertir la opresión, es el proletariado quien tiene en sus manos la posibilidad de resolver los problemas democráticos al constituir su gobierno (dictadura proletaria), un gobierno que tendrá que acaudillar a las amplias masas del pueblo en el campo y la ciudad.[3]

Esta perspectiva estratégica fue adoptada por Lenin en abril de 1917 cuando los bolcheviques cambiaron la consigna de “gobierno obrero y campesino” por la de “todo el poder a los soviets”. Según Lenin la única forma de acabar con la guerra, dar el pan al pueblo y la tierra al campesino, era la toma del poder por los soviets obreros y campesinos. Los soviets se constituyeron en el embrión de un nuevo Estado: la República Obrera que expropiaría a la burguesía.[4]

Para el marxismo revolucionario la dirección del proletariado deben ser revolucionarios de la clase trabajadora armados con una estrategia capaz de llevar al conjunto de los trabajadores al poder, en el camino a una sociedad sin clases sociales. Los revolucionarios, tal como lo hicieron los bolcheviques, deben buscar constituirse como un partido inserto entre los trabajadores y en abierta discusión y disputa con las corrientes políticas que quieren llevar los esfuerzos de los trabajadores a la conciliación con sus explotadores. El camino de la conciliación de clases fue el que siguieron los socialistas en 1931 al integrarse al gobierno republicano. Esta estrategia de conciliación fue reeditada por socialistas, comunistas y centristas en 1936. Como la burguesía es incapaz de desarrollar su propia revolución (desarrollo industrial, libertades democráticas, progreso en el campo, separación de la Iglesia del Estado, autonomía de territorios coloniales) la situación de dominación de clase produce una lucha de clases que con el tiempo se hace menos soportable. A menos que el movimiento de trabajadores sea completamente derrotado, los desvíos o contenciones (como lo fue el gobierno republicano) retrasan la “batalla decisiva” por el poder abriendo la posibilidad de que la experiencia de los trabajadores permita que de ellos surja una vanguardia que se proponga ir hasta el final con sus reivindicaciones.

El ascenso revolucionario en Europa y la cuestión de la dirección revolucionaria y los ritmos de la revolución española

En 1934 en Francia había acontecido una importante huelga general caracterizada por una oleada de ocupación de fábricas. El movimiento obrero belga se sumó también a este ascenso de los trabajadores. Según los revolucionarios trotskistas de la época se estaban dando de forma vertiginosa las 3 premisas fundamentales de la revolución proletaria: la voluntad de lucha del proletariado, la insatisfacción de la pequeña burguesía y la confusión del capital financiero.

Los movimientos huelguísticos en Francia y Bélgica atizaron profundos fenómenos de lucha de clases en estos países. De esta forma terminaba el aislamiento de la revolución española iniciada en 1931.[5] Tras un periodo prolongado de inmovilidad, las consignas parciales, sindicales, levantadas por las huelgas generales, fueron el medio necesario para despertar la conciencia política de las masas y conducirlas unificadamente contra la burguesía y su estado. Según Trotsky el único camino para dirigir este proceso hacia la revolución implicaba “unir las reivindicaciones sindicales y parciales con las tareas generales, todavía no formuladas con claridad, de la clase en su conjunto. En esta unión radica la fuerza de la huelga general, la garantía de unidad de la vanguardia con las amplias masas de la clase”[6].

Esta política estratégica impulsada por los bolcheviques-leninistas (nombre con el que se identificaban los miembros de la Cuarta Internacional) en Francia hizo que de un puñado de militantes obreros pasaran a ser un grupo dinámico e influyente en la política nacional. En la prensa fueron flanco de toda la indignación burguesa. Las huelgas habían estallado contra los deseos de los sindicatos y partidos obreros en España y Francia. Se iniciaba así una segunda oportunidad para la revolución obrera en Europa. La primera oportunidad apareció luego de la toma del poder por parte de los soviets en Rusia y había terminado con la derrota de la revolución alemana en 1923. Tras varios años de silencio, los obreros y pobres de Europa comenzaban a rugir y en el camino cuestionaban todo el orden de pos-guerra, que no hacía más que evidenciar las ansias de guerra que tenían las potencias imperialistas.

Lo que ocurría en la situación política de aquellos años hacía que las premisas fundamentales de la revolución permanente se activaran y estuvieran a la orden del día:

“Al contrario de lo que afirman los dirigentes de la Segunda y Tercera internacionales, el capitalismo contemporáneo ya no puede garantizar trabajo para todos los obreros ni elevar su nivel de vida. El capital financiero descarga el costo de la reforma social sobre los hombros de los obreros y de la pequeña burguesía mediante el alza de los precios, la inflación abierta o encubierta, los impuestos, etcétera. La esencia de la “estatización” actual –la interferencia estatal, tanto en los países “democráticos” como en los fascistas- es salvar el capitalismo putrefacto al precio de rebajar el nivel de vida y cultura del pueblo. No puede haber otros métodos basados en la propiedad privada. Los programas de los frentes populares de Francia y España y de la coalición belga son un espejismo y un engaño deliberado, que prepara una nueva ilusión para las masas trabajadoras”[7]

El poder no estaba aún en disputa entre explotadores y explotados, pero las consecuencias de la crisis económica ponían en el centro de la situación política de muchos países la incapacidad de los gobiernos burgueses para solucionar las demandas urgentes. Los bolcheviques-leninistas seguidores de Trotsky ponían énfasis en hacer trabajo en toda organización sindical en donde se estuviera organizando el proletariado en defensa de sus intereses y agitando un programa que uniera las demandas cotidianas de las masas con objetivos tendientes a la expropiación de la burguesía.

La vieja tesis de los ultra-izquierdistas paralelistas, de que los sindicatos tradicionales no sirven debido a la traición de sus dirigentes y que era necesario reemplazarlos por sindicatos “rojos” alternativos, se vio en la total bancarrota cuando los obreros se organizaron al alero de los sindicatos tradicionales. La premisa de la unidad sindical y la democracia de base empalmaban con la tendencia de la clase obrera por organizarse a través de la construcción de tendencias en las organizaciones de masas de la clase trabajadora: los sindicatos.

La  actualización de la dinámica permanentista en Europa, pero especialmente en España, planteaba otro problema. La revolución rusa de 1917 había demostrado que el rol de la dirección del movimiento revolucionario es un asunto clave para explicar el triunfo o la derrota de éste. La vanguardia obrera de Petrogrado sólo logró extender su acometido una vez que los bolcheviques quedaron a la cabeza del movimiento y cuando mencheviques y socialrevolucionarios (populistas) se habían quedado aislados en sus ministerios administrando un gobierno provisional burgués que prolongaba la guerra y el hambre dentro de Rusia. Sin embargo, en este ascenso revolucionario, el bolchevismo estuvo ausente de la dirección revolucionaria de las masas. Por el contrario, la reacción estalinista en 1934 ya tenía el control de las secciones comunistas y del partido ruso. Los revolucionarios de la tradición bolchevique comenzaron a coordinarse y crear ligas y partidos medios en algunos países de Europa y América que luego pasaron a ser la Cuarta Internacional, pero llegaban a la palestra profundamente debilitados:

“La revolución española ya lleva cinco años de ascensos y reflujos. En este periodo, los obreros y los campesinos pobre de España han desplegado instintos políticos tan magníficos, han demostrado tanta energía, abnegación y heroísmo, que el poder estatal hubiera caído en sus manos hace mucho tiempo, si la dirección hubiera estado siquiera mínimamente a la altura de la situación política y de la capacidad de combate del proletariado. Los verdaderos salvadores del capitalismo español no eran ni son Zamora, Azaña, ni Gil Robles, eran y siguen siendo los dirigentes socialistas, comunistas y anarquistas (…) Lo propio puede decirse sobre Francia y Bélgica, si el partido de León Blum fuera realmente socialista, podría haberse basado en la huelga general de junio para derrocar a la burguesía casi sin guerra civil, con un mínimo de conmociones y sacrificios. Pero el partido de Blum es un partido burgués, el hermano menor de radicalismo putrefacto. Si el Partido “comunista” tuviera algo de comunista, en el primer día de la huelga hubiera corregido su error criminal, roto el bloque nefasto con los radicales, llamado a los obreros a crear Comités de fábrica y soviets y creado en el país un régimen de poder dual, el puente más corto y seguro hacia la dictadura del proletariado. Pero en realidad el aparato del Partido Comunista es simplemente una de las herramientas del imperialismo francés. La clave de la suerte de España, Francia y Bélgica es la cuestión de la dirección revolucionaria”[8]

Los destinos de la revolución en España dependían de la forma en que el movimiento fuera dirigido. Y en España comunistas y anarquistas contribuyeron al boicot de la dinámica revolucionaria al proponer una vía errada para derrotar a la contrarrevolución. Los ritmos de la revolución en España parecían ser más prolongados. Las masas habían tenido su primera experiencia con un gobierno reformista burgués en 1931 el cual cayó presionado por la revolución y la contrarrevolución.

El intento de un segundo gobierno reformista en 1936 desató la lucha entre obreros y campesinos contra la reacción de las clases acomodadas. Los obreros en 1936 respondieron a la sublevación franquista con el control de Barcelona y otras localidades ensayando formas iníciales de auto-organización. Estos no lograron transformarse en la base de un nuevo poder estatal obrero que expropiara a la burguesía, la iglesia y los terratenientes, y con ello conseguir la simpatía de campesinos y capas medias.

De este modo, España tuvo su “febrero”[9] en 1931 y su “octubre”[10] en 1936. Debemos advertir que sin duda, la revolución rusa de 1917 fue un proceso mucho más acelerado (8 meses). El factor clave que aceleró el desenlace de la revolución rusa fue la situación de guerra  a la que se sometieron los soldados, los campesinos y los obreros. El ejército zarista sufrió un sinnúmero de deserciones que se pasaron al bando de los rebeldes obreros, por tanto, la audacia de quienes tomaron el poder en Petrogrado prosperó en un ambiente de desconfianza completa entre las clases y del Estado en sí. Los ritmos más lentos de la revolución en España, con intervalos más prolongados entre cada momento de la revolución dio mayores oportunidades para preparar políticamente la intervención de los revolucionarios en el momento indicado. Sin embargo, esto no ocurrió.

Frentes Populares y contrarrevolución en España

En 1935 la Internacional Comunista impuso su nueva política de los Frentes Populares en todo el mundo. Ésta política consistió en realizar alianzas entre comunistas y partidos políticos burgueses “democráticos” para “enfrentar al fascismo”. La burocracia estalinista necesitaba cubrirse de un lenguaje seudo marxista para mantener la estabilidad del orden europeo. Solo de esta manera lograría conseguir su propia estabilidad en el poder de la URSS como capa social burocrática.

Esta estrategia de colaboración de clases con la burguesía trajo el retorno del debate sobre el carácter de la revolución. El estalinismo no hizo otra cosa que retroceder a la teoría menchevique. Esta estrategia de la revolución afirma que la única posibilidad de llegar a la revolución proletaria es primero desarrollar una “etapa democrático burguesa”, mediante la cual los obreros deben apoyar a la burguesía liberal para llevarla al poder y obtener un profundo desarrollo capitalista industrial para que el proletariado esté en “mejores condiciones” de realizar su propia revolución.

El triunfo de esta alianza política reformista de clases estuvo determinado por la capacidad de los partidos comunistas del mundo de contener la acción social obrera y popular en los límites de la propiedad privada. Si los trabajadores ocupaban las industrias y los campesinos la tierra, los empresarios se “espantarían” y buscarían al fascismo. Por esto, era de vital importancia evitar que la acción colectiva de los obreros cuestionara la propiedad capitalista. El símbolo de la consolidación de esta estrategia de colaboración de clases la constituyó el discurso realizado ante miles de obreros, por el dirigente del PC francés Jacques Duclos, que sostuvo: “la bandera roja se reconcilia con la tricolor y la Internacional con la Marsellesa”.

En España, 1935 fue un año de militancia clandestina y de trabajo sindical en las sombras. La CNT anarquista y la UGT socialista convocaron a paros generales exigiendo la amnistía para los presos políticos.

En enero de 1936 se formó el Frente Popular en España, compuesto por el PSOE, PCE (Partido Comunista Español), IR (Izquierda Republicana), la Unión Republicana y el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), entre otros[11]. En base a un programa moderado (que proponía principalmente la amnistía para los presos políticos y ciertas libertades públicas) ganó las elecciones de las Cortes con un voto activo de los obreros.

Por su parte, la CNT no llamó a votar oficialmente por nadie, dejando correr votos de sus afiliados hacia la ilusión frentepopulista. Los obreros antes de la proclamación de los candidatos triunfantes ocuparon las cárceles y liberaron a sus presos. No esperó decretos ni ordenanzas para reincorporar a los despedidos en las faenas. Los campesinos se tomaron las tierras. El primer ministro Manuel Azaña, electo por el Frente Popular, anunció que aplicaría la ley y el orden. Su actitud llevo la adhesión de los terratenientes en la campaña contra la acción directa de obreros y campesinos. En mayo de 1936 la CNT declaró la huelga general y Manuel Azaña, convertido en presidente de la República, amenazó con decretar el sindicalismo como actividad ilegal. En julio de 1936 más de un millón de obreros se encontraban en huelga. La Iglesia, el grupo fascista Falange Nacional y generales como Francisco Franco se organizaron para revertir la situación. Diagnosticaron que “la presencia sagrada de España está en peligro”. El 17 de julio se inició el golpe militar en Marruecos comandado por el general Franco. Entre los días 18 y 19 España quedó dividida en dos partes. Se había iniciado la fase final de la revolución española. 


[1]Amorós, Miquel, La Revolución traicionada. La verdadera historia de Balius y Los Amigos de Durruti, Virus Editorial, 2003; Bookchin, Murray, Los anarquistas españoles. Los años heroicos. 1868-1936, Numa ediciones, 2001; Guillamón, Agustín, Barricadas en Barcelona. La CNT de la victoria de Julio de 1936 a la necesaria derrota de Mayo de 1937, Ediciones Espartaco Internacional, 2007; Mintz, Frank, Autogestión y anarcosindicalismo en la España revolucionaria, Libros de Anarres, 2008; Munis, Grandizo, Jalones de derrota. Promesa de Victoria. Crítica y teoría de la revolución española (1930-1939), Muñoz Moya Editores, 2003 (1948 y 1977).

[2] Panfleto anónimo reaccionario lanzado en Mieres, Asturias.

[3] Trotsky, León. “¿Qué es la revolución permanente? (tesis fundamentales)”, en: Teoría de la Revolución Permanente, [en línea], http://www.marxists.org/espanol/trotsky/revperm/rp10.htm

[4] Lenin, V.I., “Las tareas del proletariado en la actual revolución (Tesis de abril)”, en: Obras Selectas, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2013

[5]Trotsky, León, El nuevo ascenso revolucionario y las tareas de la Cuarta Internacional, Julio de 1936, [en línea], en: <http://www.ceipleontrotsky.org/El-nuevo-ascenso-revolucionario-y-las-tareas-de-la-Cuarta-Internacional>

[6] Idem.

[7] Idem.

[8]Idem.

[9] “Febrero” hace referencia al febrero de 1917 en Rusia cuando el zar cae producto de la agitación social y gobierna en su remplazo un gobierno provisional compuesto por burgueses liberales (involucrados en la guerra) con mencheviques y social-revolucionarios.

[10] “Octubre” hace referencia al octubre de 1917 en Rusia cuando el soviet de Petrogrado toma el palacio de invierno y decreta el gobierno obrero contra la guerra, por el pan y por la tierra. En octubre las ilusiones depositadas en el gobierno provisional se desvanecen y los bolcheviques conquistan la simpatía de obreros y soldados cansados de años de guerra y crisis social.

[11] El POUM fue un partido creado por la oposición de izquierda española una vez que rompió con las concepciones estratégicas de Trotsky y la Cuarta Internacional. El POUM abandono la dinámica de la revolución permanente y llamó a votar por el Frente Popular.


Bibliografía:

-Nin, Andrés, “El sindicalismo revolucionario y el anarcosindicalismo”, en: Revista “Comunismo” (1931-1934), Editorial Fontamara, 1978, pags. 422-435.

-Sánchez García-Saúco, J.A, La revolución de 1934 en Asturias, Editora Nacional, Madrid, 1974

-Trotsky, León, La Revolución Española, Ediciones Tierra del Fuego, sin fecha.

-Trotsky, León, El nuevo ascenso revolucionario y las tareas de la Cuarta Internacional, Julio de 1936, [en línea], en: <http://www.ceipleontrotsky.org/El-nuevo-ascenso-revolucionario-y-las-tareas-de-la-Cuarta-Internacional>

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